Plantear la meditación pensando en relajarse es un error

Belén Colomina es psicóloga sanitaria y psicoterapeuta humanista. Desde hace más de 20 años, se acompaña de la meditación en su práctica diaria, tanto personal, como profesional. Cuenta que después de ponerla en práctica, muchas personas encontraron su tesoro. No es su caso, al menos, en un sentido estricto. «No soy de las personas que cuando medita, y lo hago casi a diario, encuentra la luz, el sentido de la vida o una huella transformadora», reconoce. Por el contrario, sí destaca la quietud, la capacidad de relativizar que le ha dado, a lo largo de todos estos años. 

Colomina, que también es codirectora del área de psicoterapia y meditación del centro de psicología y ciencias contemplativas Elephant Plena, colaboradora-formadora en el Instituto de Terapia Gestalt de Valencia y miembro fundador de Psicoemergencias-CV, publica ahora El poder sanador del silencio (Grijalbo, 2023), una guía para alcanzar el bienestar a través de la meditación.

—En las primeras páginas del libro explica que meditar puede transformar la vida, porque puede transformar la mente. ¿De qué forma cambia la mente esta práctica? 

—Transforma la mente porque incluso cambia la estructura. Meditar es familiarizar tu mente en estados virtuosos. Generalmente, cuando no lo hacemos de forma consciente, estamos familiarizando la mente con pensamientos negativos, preocupaciones o rumiaciones, cosas que nos generan malestar. Pero de igual manera, tenemos el poder de hacerlo de forma constructiva y resiliente. Es decir, podemos construir nuestra mente siendo un lugar seguro y amable para uno mismo. 

—Habla de la fusión cognitiva. Muchas veces se dice que somos lo que pensamos, ¿es esto cierto? 

—La fusión cognitiva es el proceso por el cual yo me fusiono con mis pensamientos, llegando a creer que estos son la realidad. Pero no es así, mis pensamientos solo son mis pensamientos. Por eso muchas veces nos angustiamos con imágenes o fantasías de preocupaciones que jamás van a ocurrir, porque en realidad me he fusionado con esa idea. Cuando aterrizo y puedo tomar perspectiva y ver que simplemente ha sido una fantasía, mi realidad es bien distinta. De ahí que la meditación sea capaz de transformar nuestra vida y nuestra mente. Al final se trata de poder vivir construyendo el bienestar en cada instante; está en nosotros poder creerme y crearme estos pensamientos negativos o escenarios disfuncionales en mi mente o, por el contrario, generar escenarios más constructivos, amables y resilientes. Suceda lo que suceda puedo salir ganando. Esto no significa que todo me salga bien, sino que con lo que haya puedo levantarme y seguir construyendo opciones positivas y resilientes para mí. 

—¿Qué consecuencias tiene quedarse atrapado en pensamientos disfuncionales y negativos?

Ansiedad, preocupación, rumiación, distrés, pensamientos negativos, angustia, fobias, miedos o inseguridades. Todo está generado por un lugar de nuestra mente en el que nos quedamos atrapados y del cual tenemos la posibilidad de salir. Ojo, son afecciones que todo el mundo tiene, son normales, la historia es que también podemos aprender a salir de ellas en lugar de quedarnos dándoles vueltas. 

—¿Cuáles son las claves para salir de esa rumiación?

—Ese es el quid de la cuestión que trato en el libro. Tenemos tres tipos de meditación que, si entrenamos, nos servirían para poder salir antes de ese estado disfuncional. Al final, el objetivo sería aprender a aliviar el sufrimiento. Entender cómo lo generamos nosotros mismos y cómo podemos aliviarlo. Para ello necesitamos entrenar la mente. 

—¿Cómo?

—Tenemos un primer paso de la meditación mindfulness, que es el tipo que nos va a generar calma, porque en una mente agitada no puede entrar una solución ni una reflexión. Todo lo contrario, solo entra la reactividad continua y un proceso de sufrimiento. Así que mediante la regulación y calma mental puedo aceptar mi realidad presente y tomar una perspectiva no juiciosa de lo que está ocurriendo. Esto es la base. A partir de aquí, también está la meditación generativa. Habla sobre el amor y la compasión, que al final se basa en dejar de tratarme mal y aprender a expandir o cultivar mi mente en estados virtuosos como la compasión o el amor. Esta parte de no ser mi propio enemigo, sino la persona a la que le doy la mano. Como si yo fuese un amigo mío que me ayudó a seguir creciendo y acompañándome en las diferentes etapas de la vida. Y, finalmente, está una tercera parte de la meditación, que en este caso sería la analítica. Es donde aprendemos o contemplamos cómo aumentar nuestra comprensión y sabiduría interna. Esto nos ayuda porque las personas necesitamos saber y comprender qué hago para incrementar mi sufrimiento, qué puedo hacer para aliviarlo y discernir mis pensamientos de forma que no me fusione con ese pensamiento tóxico. Sin embargo, para cada una de ellas necesito entrenar y verme en perspectiva. La meditación, al final, significa cultivar unas herramientas que transforman el sufrimiento en bienestar y que todos tenemos. Si deseo una vida en bienestar necesito empezar a entender en mi mente estados virtuosos que me conduzcan a un yo futuro, que estoy cuidado desde hoy. 

—Entre la lista de razones para comenzar a meditar de muchas personas está el objetivo de relajarse. Sin embargo, señala que «no podemos meditar si estamos pendientes de encontrar algo». ¿Plantear la práctica con un motivo concreto es un error?

—Sí, pero por una razón. Hoy puedes meditar y encontrar el estado de relajación, pero quizás mañana no, así que a alguien le puede frustrar el proceso de aprendizaje y de adquirir el hábito. Lo que debemos saber es que no hay posibilidad de hacer mal la meditación, sino que cada día podemos cultivarla. Por eso, si yo espero un resultado y hoy no viene, quizás pueda puntuar como que he hecho mal la meditación y no es cierto. Como consecuencia, a veces abandonamos el hábito porque pensamos que no nos hemos relajado, que no somos capaces y que no nos sirve, cuando no es así. Pienso que lo único que debemos tener es la intención de cuidar la mente, porque si no podemos entrar en pensamientos y objetivos cognitivos que nos acaban alejando de la meditación. Esta debe ser vista como una experiencia, no como algo predeterminado. En cambio, la relajación o la calma mental pueden venir como un proceso secundario, como una consecuencia. 

—¿Cuál es la base para empezar a meditar? A muchos les cuesta poner el freno y pararse a observar cinco minutos. 

—Claro. Lo más importante es querer; tener la intención de querer cultivar tu mente, tu vida y la armonía interna, transformar el sufrimiento en bienestar. Si alguien está dispuesto a eso, acabará meditando. Como es lógico, nos tenemos que acompañar de una manera amable, tal y como haríamos en cualquier entrenamiento. No puedo pedirme una meditación de 30 minutos al día cuando nunca lo he hecho. Por eso digo que hay que acompañarnos progresivamente en tiempo, espacio y lugar, a la vez que cultivamos la paciencia interna.

—¿Cuál es el tiempo mínimo que hay que dedicarle?

—Empezar con 5 minutos está fenomenal. Luego se podría ir ampliando a 7, 10 y poco a poco, conforme la meditación genere un estado más familiar en tu día a día, será más fácil extenderla. A veces la exigencia de cómo se debe hacer viene tan encorsetada que hace que abandones el hábito. Es un proceso de aprendizaje en el que te adentras porque quieres transformar tu vida. Al ser momento a momento, la gente no se puede castigar ni exigirse. 

—¿Es posible meditar mientras hacemos otras tareas? Pienso en hacerlo escuchando música, limpiando o paseando.

—Sí, es que hay dos formas de meditar. Está la meditación formal, que se basa en dedicar un tiempo determinado a la meditación. Por ejemplo, me siento diez minutos y medito. Y después está la meditación informal, que se realiza mientras hago actividades cotidianas como caminar, lavar los platos, comer, conducir o escuchar los sonidos de la naturaleza. Esta meditación es informal porque en realidad lo ideal es que la práctica esté presente las 24 horas del día. Siempre lo comparo con el ejercicio, pues necesitaríamos un tiempo para generar masa muscular o correr una carrera, pero luego en el día a día tienes que evitar el sedentarismo y ser activo.  Esto sería igual. Necesito un entrenamiento mental en el cual preparar mi mente y acompañarme, en el resto del día, de un estado de meditación.  Es el objetivo final que me permite entender que mi vida está armónica porque cuando viene una dificultad puedo dedicarle un instante a parar o reflexionar para mi bienestar. Esto sería meditación informal. 

Belén Colomina es psicóloga sanitaria, psicoterapeuta humanista y autora del libro «El poder sanador del silencio».

Belén Colomina es psicóloga sanitaria, psicoterapeuta humanista y autora del libro «El poder sanador del silencio».

—Me pongo a meditar. Cierro mis ojos, ¿en qué pienso?

—En las tres meditaciones de las que hablo en el libro hay una guía porque cada una de ellas es distinta. En las meditaciones atencionales, como el mindfulness, la atención se centra en un foco como puede ser la respiración o las sensaciones. Existe un objeto mental al que prestar atención. En la generativa atendemos a la cualidad del amor bondadoso o la compasión. Buscamos generar estos estados virtuosos en nuestra mente, aunque también empezamos a regular la calma mental, porque desde la agitación es complicado. Y ya después, en la tercera familia, la analítica, contemplamos los pensamientos desde una perspectiva que nos permita comprendernos y ampliar nuestra sabiduría para discernir lo tóxico de lo saludable. 

—¿Qué importancia tiene la postura física a la hora de meditar? 

—Necesitamos tener la espalda recta para facilitar el entrenamiento. No es una postura en la que vayamos a relajarnos y podemos estar sobre el respaldo o dejarnos caer, sino que necesitamos, sea en silla o en la posición de piernas cruzadas, que la espalda se mantenga recta para facilitar el entrenamiento y la respiración de forma que nos predisponga a estar atentos. También es recomendable llevar ropa cómoda, que no apriete o que no tengas interrupciones. Es decir, que no estés con el móvil enchufado y que puedas tener esta tentación de poder mirarlo, sino que estés preparado y dispuesto a estar contigo.

—Menciona la respiración para fomentar la atención, ¿cómo debemos respirar al meditar? 

—Generalmente, en la meditación que describo en el libro, atendemos a la respiración desde la nariz. Inspiramos y exhalamos desde la nariz. Los entrenamientos entre un tipo y otro no se diferencian por la respiración, sino por el entrenamiento mental. 

—Para despedirnos, y por si a alguien le queda alguna duda de probar la meditación, ¿en qué situaciones del día a día puede ayudar? 

—En primer lugar, a vivir en equilibrio, a transformar cada momento en algo armónico, calmar la mente, apaciguar la furia o los estados de ansiedad, entender los demonios internos, estas partes que nos generan preocupaciones.  También podemos crear un refugio amable y seguro en el interior; atender al cuerpo y escuchar lo mensajes que guardamos, prestar atención a nuestras afecciones para transformarlas, escuchar la emoción para darle una expresión saludable, detener el sufrimiento, dejar de tomar veneno porque muchas veces repetimos situaciones que nos hacen daño; aprender a diluir los pensamientos negativos o a liberarnos de la rumiación, a detener la mente parlante y hasta a mejorar la calidad del sueño. Hay un sinfín de beneficios de los cuales ninguno tiene pérdida.

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